lunes, 30 de julio de 2012

Capítulo 17



*Narra Cata*
Eran las doce y media de la noche según mis cálculos, Harry y yo volvíamos a estar solos por las calles de una ciudad desconocida. Él no dejaba de caminar tirando de mi mano, pero no sabía a dónde dirigirse, lo notaba. Tampoco es que me importara, con él estaría dispuesta a ir hasta el final del mundo.
Después de caminar un buen trecho me detuve lentamente y estiré de la mano de Harry para que se percatara de que me había parado. Él me miró.
—Harry... Me encanta estar contigo, pero ¿a dónde vamos? Ya es tarde y...
—Lejos, Cata. Quiero desconectar de mi vida diaria. Esta noche yo seré un chico normal, y tú serás mi chica especial. ¿De acuerdo? —sonrió. Me perdí en sus perfectos hoyuelos. Le brillaban los ojos, sus palabras era sinceras.
Asentí, dándome cuenta de que estaba más roja que un tomate. De pronto vi cómo Harry observaba con una sonrisa algo detrás mío. Le miré confusa y giré sobre mí misma; una gran casa se extendía hacia el cielo a mis espaldas detrás de un grueso muro de piedra. Después de investigar más detenidamente con la vista, comprobamos que aquella mansión estaba abandonada. Harry me miró desafiante, deduje que quería que entrásemos... Bueno, la idea no estaba mal.
Había una enorme verja de metal, ¿cómo demonios íbamos a saltar por ahí?
—No creo que podamos entrar por aquí, Cata, vamos a rodear la casa, a lo mejor hay una entrada trasera.
Le hice caso y le seguí, no sin despegarme de su musculoso brazo. La verdad es que la casa daba bastante miedito... Era más de media noche y estaba todo oscuro. Mientras caminábamos en silencio, llegamos a una parte donde había un gran agujero en el muro. Al mirar en el interior había un pequeño jardín, y más adelante la puerta trasera de la casa.
—Perfecto, entraremos por aquí —dijo Harry.
Asentí nuevamente y nos adentramos entre la hierba. No costó abrir la puerta de la mansión, no estaba atrancada ni nada, no tuvimos que forzarla. El interior era elegante, aunque lleno de polvo, había cuadros en las paredes y los muebles parecían sacados del siglo veinte. Por fin dimos con una sala que parecía contemporánea, no había mucha cosa, solo un sofá que parecía bastante cómodo en el centro, una baja mesita y un televisor aparentemente nuevo en frente del sofá, pegado a la pared. También había algunas estanterías por los lados.
—¿Crees que funcionará? —le pregunté a Harry señalando la tele.
—Lo dudo mucho...
—Por probar no pasa nada —y acto seguido me dirigí hacia el televisor.
No encontré el mando por ningún lado, así que fui a los botones integrados. Apreté uno y para mi gran sorpresa, el televisor funcionaba. Me giré sorprendida hacia Harry, el cual ya estaba cómodamente sentado en el sofá.
—¡Harry! Ni que estuvieras en tu casa —dije, riñéndole de broma.
—Bueno, a mi lo que me preocupa es que los que viven aquí vuelvan... Es decir, no puede estar abandonada, alguien debe de usar estos trastos. Hasta funciona la electicidad.
—Hmm... Yo creo más bien que alguna otra pareja lo ha descubierto hace tiempo al igual que nosotros y ha decidido acomodarlo un poco para tener un sitio donde pasar el rato. No te preocupes, no creo que nadie venga.
—Tienes razón. Además, es la última noche, no voy a preocuparme por nada.
Dicho esto me senté al lado de Harry de un salto, aferrada a él. Le miré a los ojos y observé que había deseo y amor en ellos. Me quedé pensativa, ¿sería aquella noche la elegida? No estaba segura, era demasiado joven... Pero es que era Harry, por dios. Al salir de mis reflexiones y aterrizar en la tierra de nuevo me di cuenta de que nuestras caras estaban muy cerca. Le miré los labios, me acerqué lentamente y después le di un beso profundo.
—Vamos a ver qué echan en la tele, ¿no? —dije al separarnos, cortando un poco el rollo.
—Claro, vamos —contestó Harry, no parecía molesto, lo cual me parecía genial.
En el canal en el que había encendido la tele ponían el típico programa-concurso de llamar y acertar.
—¿Llamamos? —preguntó Harry ilusionado después de un rato.
—Harry, todo esto son timos... Te quitan más dinero mientras esperas al teléfono a que lo cojan del que ganas.
—Oh...
Depués de un rato viendo el programa e intentando acertar preguntas, abrazados, terminó, y sin más me levanté y apagué el televisor; luego volví al lado de Harry. Nos quedamos mirándonos por unos segundos y nos volvimos a besar, con la misma pasión de siempre. De repente paré y le dije a Harry si aquella noche iba a pasar lo que pensaba que iba a pasar.
—Solo si tú quieres, Cata. Yo no tengo prisa contigo.
Callé, le miré con seguridad y pegué mis labios a los suyos de nuevo. La cosa fue a más, Harry empezó a meter la mano debajo de mi camisa y a desabrochármela. Yo aún no me creía lo que estaba pasando. Empecé a desabrocharle la suya, y a punto estaba de quitársela cuando escuchamos las voces de unas 4 personas acercándose. No podía ser, ¿en serio había gente que visitaba aquel lugar? Mierda. Teníamos que salir corriendo. Como no había más salida, subimos al piso de arriba entre risas y entramos a una de los dormitorios. Nos acercamos a la ventana, y como no estaba muy alto y había sitio por donde trepar, decidimos escaparnos por ahí.
—Las damas primero —citó Harry y me dio la mano para ayudarme a salir—. Ten mucho cuidado.
Empecé a descender y Harry me siguió. Una vez abajo, cruzamos el agujero del muro saliendo a la calle. La noche estaba bastante entrada y no había nadie, por lo que nos movimos libremente por la carretera.
—Menos mal que apagué la tele —resoplé.
Reímos y nos besamos. Sabía que aquello era felicidad. No llegamos a hacer el amor, pero eso no importaba. Estábamos bailando sin música bajo las estrellas, mirándonos a los ojos, sonriendo. Sin duda era de las noches más perfectas. No quería aceptar que se acabaran...
Y mientras estábamos sumergidos en nuestras miradas escuchamos un claxon y el ruido de un coche, pero para cuando nos dimos cuenta era demasiado tarde.

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